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sábado, 30 de abril de 2011

MOU Y PEP (Capítulo primero: Las razones Subjetivas)

No malintreprete imágenes como esta, desconfíe de las versiones oficiales, de toda buena costumbre, de los manuales de urbanidad, de la ordenanza de su Ayuntamiento, y por supuesto, de los que nunca dicen nada inconveniente. También de sus amigos.

¿Qué decir de los sesudos analistas que intentan confundirnos con su vieja colección de frases hechas? De los que convierten en virtud los más forzados alagos al contrario, o los arrebatos patrióticos en defensa del terruño. De los que escriben y hablan con un ojo puesto en el entrecejo de su jefe... De esos huya, pero huya no sin antes despedirse con un sonoro y preciso corte de mangas.

Por el contrario, siempre y en la medida de lo posible, hágase acompañar de los malencarados, de los huraños y los aguafiestas, de esos que nunca piden otra ronda y miran siempre dentro de escote de las feas.
Será más feliz (aunque solo sea por la comparación) y su cartera estará siempre a salvo.

Estos últimos, no le defraudarán pues siempre estarán bajo mínimos, y por si fuera poco, realzarán nuestra imagen ante amigos y familiares.

Yo me imagino a Mou y a Pep con quince años y en un guateque. Mou se queda en un rincón porque sabe que le huele el aliento, mientras que Pep pone la música, se engancha a la codiciada pechugona, y entre col y col, regala los oídos de la concurrencia con los más apropiados e ingeniosos comentarios.

Es una actitud vital la de Pep, algo que se lleva o no se lleva. Un superpoder que da muchas satisfaciones y convierte al más feucho en toda una atracción.

Lo malo es que un día, cuando menos te lo esperas, va la estrella y se apaga (como todas las estrellas), y ese día descubrimos el encanto y el poderío del perdedor.
¿Que por qué se apaga? Pues porque sí. Porque no es posible mantenerse eternamente a dos palmos del suelo, porque ni a fuerza de mear colonia puede uno hacer pasar un pedete furtivo por un delicioso buñuelo de viento, y por que tras tanto brillo deslumbrante, el más ligero parpadeo se convierte en apagón.

Es entonces, cuando descubrimos el encanto irresistible de Lord Vader y que el pesado de Skywalker ya no mola, es en ese momento cuando recordamos que nos cansamos antes de lo dulce que de lo salado, incluso antes que de lo agrio.
Es eso que tanto gusta a la larga, el aura del perdedor incomprendido, del rebelde contumaz, del antihéroe respondón, el encanto del que no se apaga porque nunca tuvo luz.


Que nadie lo dude, es ley de vida, el villano siempre sobrevive al héroe... por más empeño que el star sistem ponga en que ocurra lo contrario, todos compramos el poster del prícipe de las tinieblas y no el el del príncipe valiente. Mou será el ídolo del hijo rebelde y contestón... Pep el del padre carca y aburrido.

Terminrá el juego, pero quedarán los voceros, los complices necesarios, los planetas y satélites que toda estrella lleva consigo... y poco importará, ellos siguen siempre el destino de su añorado sol, engullidos por su gravedad, porque su patrocinado ya es sólo un agujero negro y su negra rebeca de diseño, un trapillo de los chinos.

2 comentarios:

  1. Muy bien así me gusta, Pelayo, y muchas gracias.
    Un abrazo, Mari Trini.

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    1. Gracias a ti compañera, y agarra este beso que te mando por la escuadra...

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